Su novio decidió salir de Siria cuando la guerra estaba avanzada, hace 3 años y consiguieron unos papeles de matrimonio para que él la reagrupara desde Alemania. No les dio tiempo a casarse religiosamente como querían. Tras 3 años de espera y desesperación burocrática los papeles no salían y ella decidió dar el salto y realizar un peligroso viaje a Europa con la mafia. Dejó atrás su carrera en Bellas Artes, abandonó su trabajo como profesora de arte, que le encantaba. No podía vivir sin estar con su prometido y exponerse a morir bajo las bombas. Viajó sola por las montañas en una ruta que se repite en el campo de Katsikas. Siria, Estambul, Izmir, Kyos, Atenas.
Con la frontera cerrada y sin posibilidad de salir de Grecia fue confinada a Katsikas, un pedregal en el norte del país en la frontera con Albania. Recuerda que, cuando llegaron al filo de la madrugada el 19 de marzo, quería morir. Tuvo que dormir en la calle, sobre las piedras, pasó frío y hambre. Pero ella sabía que era el precio que tenía que pagar conseguir su sueño.
Hoy después de mucho tiempo está contenta. Sonríe con los ojos, con la boca, con todo su cuerpo. No puede dejar de agarrarse al brazo de su amado. El 26 de agosto tienen cita en la embajada de Alemania en Grecia para formalizar su matrimonio y proceder a la reagrupación. Espera que a principios de septiembre puedan ir juntos a Alemania. Y volver a Siria cuando acabe la guerra para ayudar en la reconstrucción del país. “El amor hizo el milagro”, nos dice al despedirse sin separarse del que pronto será su marido.