Salma solo tiene 1 año pero ya sabe mucho de la vida. Nació en uno de los más de 50 campos de refugiados de Grecia. Salma y su familia forman parte de una gran comunidad de casi 400 personas provenientes principalmente de Siria, Kurdistán y Afganistán.
Cuando amanece, Salma despierta y con sus grandes y verdes ojos contempla como los primeros rayos de sol dan forma y color a su jaima: Una tienda de lona y hierros repleta de sueños, mantas y algún juguete. Todavía no sabe andar, así que depende de su madre y sus hermanos para todo. Nunca conocerá a su padre y su hermana mayor; murieron durante un bombardeo.
Todos, a su vez, dependen de la ayuda y asistencia humanitaria que cada día proporcionan las diferentes instituciones y ONG presentes en el campo como Olvidados. Salma juega a diario con otros niños entre piedras, polvo y voluntarios que arrancan sonrisas y regalan abrazos. Le gusta que entre su gran familia estén también estos voluntarios. Desde los ojos de Salma todo brilla diferente, como brillan los ojos de su madre cuando piensa en el pasado: En su hogar, en la guerra, en los que se quedaron porque no pudieron pagar un billete a la mafia para atravesar el mediterráneo, en los que si pudieron pero se los tragó el mar, en los que, como ellos, ahora viven en este campo.
Ya es de noche en el campo. Hace frío. La madre de Salma la envuelve entre mantas y la lleva a su regazo. Está tan cansada que tarda poco en dormirse. Salma no sabe que pronto empezará a soñar con castillos, dragones y princesas, ni que le aguarda, si todo sale bien, un billete de ida a algún país europeo, donde será refugiada. Tampoco sabe que sus raíces están lejos, muy lejos de aquí.
Todo el campo duerme. Todos sueñan con lo que eran. Con lo que serán. Con no ser olvidados.
Rafael Merino Rus
Campo de refugiados de Filippiada
octubre de 2016
(Salma es un relato ficticio que creó Rafael cuando estuvo en el campo, aunque existe una Salma en Filippiada y esta historia podría ser la de muchas niñas refugiadas :en árabe significa la mujer de la paz y la calma, de la esperanza).